Muniboletin
06/10/19
Clarín
Vaca Muerta: el desafío del desarrollo territorial

Por Leandro Gorgal*

 

La profundización de la crisis económica de nuestro país ha incrementado las expectativas de la sociedad argentina sobre los potenciales beneficios del pleno desarrollo de Vaca Muerta, una de las principales reservas de recursos no convencionales de gas y petróleo del mundo. La gran oportunidad, como ciertos especialistas la llaman, podría revertir a mediano plazo -siempre que se cumplan ciertas condiciones políticas e institucionales- los recurrentes desequilibrios del sector externo del país, mejorar las cuentas públicas, bajar el riesgo país, aumentar la tasa de inversión, entre otros beneficios económicos directos e indirectos.

 

Si bien han proliferado innumerables trabajos económicos y técnicos que han analizado las posibilidades de explotación de esta formación de recursos no convencionales, la atención dada a ciertos aspectos tales como los efectos demográficos, sociales y ambientales en las áreas urbanas de la zona de explotación ha sido algo insuficiente. El auge de ciertas ciudades de la región (conocidas en inglés como boomtowns) entrañan una serie de fenómenos que si no son debidamente atendidos y manejados podrían afectar negativamente la calidad de vida de su población, hasta incluso socavar la productividad y competitividad de Vaca Muerta.

 

En líneas generales, estas ciudades se caracterizan por un repentino y elevado crecimiento poblacional y económico. Son altamente dependientes de una actividad económica particular, lo cual las hace muy vulnerables ante los ciclos de dicha actividad y ante un eventual cese de las operaciones. Suelen recibir grandes flujos migratorios en un período corto de tiempo debido a la oferta laboral existente. A pesar del crecimiento económico que experimentan, estas ciudades suelen presentar fuertes desigualdades sociales. Asimismo, la ausencia de servicios y amenidades constituyen importantes cuellos de botella e impiden retener a trabajadores altamente calificados.

 

Un caso que podría ubicarse en este fenómeno es la ciudad neuquina de Añelo, situada estratégicamente cerca del yacimiento Loma Campana, en el corazón de Vaca Muerta. Según estimaciones oficiales, en 2010 tenía una población que superaba a penas los 2.500 habitantes, mientras que para 2020 se proyecta una población de alrededor de 17.000 habitantes, es decir, un incremento poblacional de casi seis veces en tan sólo diez años. Este gran dinamismo ha traído aparejado una serie de desafíos relacionados a la movilidad urbana, la especulación inmobiliaria, el suministro de servicios básicos, y hasta cuestiones de inseguridad y violencia.

 

Este tipo de situaciones se han experimentado, por ejemplo, en los Estados Unidos, en la formación de Bakken ubicada en el estado de Dakota del Norte, de características demográficas y económicas similares a la provincia de Neuquén. Allí, ciudades rurales como Williston o Watford City sufrieron desde el 2006 una explosión migratoria y un crecimiento inusitado de la actividad económica. Sin embargo, dichas ciudades tuvieron que enfrentar serios problemas asociados a la excesiva disparidad de ingresos entre los trabajadores del sector hidrocarburífero y los otros sectores; problemas de acceso a la vivienda asequible, debido al aumento exorbitante de las propiedades y los alquileres; mayor circulación de camiones y equipamiento pesado en infraestructuras viales preparadas para la vida rural, provocando serios problemas de congestión y accidentes; aumento del crimen; el impacto en el consumo de agua y la degradación ambiental de ciertas zonas, entre otros problemas.

 

En un escenario de mayor crecimiento de la explotación de Vaca Muerta inevitablemente se observarán tasas más altas de urbanización, tal como ha pasado en otras experiencias similares. Esto per se no es algo malo. Por el contrario, gracias a las economías de aglomeración que se generan, mayores niveles de urbanización están asociados a mayores ingresos per cápita. Esto se explica teóricamente dado que, en las áreas urbanas más extensas y densamente pobladas, los agentes económicos tienen la posibilidad de compartir grandes infraestructuras que mejoran su productividad (autopistas, hospitales, universidades, aeropuertos, etc.); existe un mejor emparejamiento entre empresas y proveedores, y entre empresas y capital humano mejor calificado; así como también se facilita la difusión del conocimiento y la innovación. Sin embargo, si los costos de congestión que el crecimiento urbano genera no son debidamente minimizados, los beneficios de la aglomeración urbana no serían posibles de capitalizar, haciendo que lo que podría ser una bendición se transforme en una maldición.

 

Por tanto, planificar el desarrollo territorial de la región es una tarea ineludible que entraña la participación de una serie de actores estatales, económicos y sociales. Dicho proceso debe ser liderado por el Estado provincial y municipal, y acompañado por el Estado nacional, el sector privado -principalmente las empresas del sector energético-, sindicatos, universidades y organismos internacionales de desarrollo. Esto no significa simplemente contar con un plan de desarrollo, es necesario además generar capacidades estatales a nivel local de planificación, ejecución, control; sistemas de información, monitoreo y evaluación; mecanismos de transparencia, participación y rendición de cuentas; instrumentos financieros para llevar adelante las obras de infraestructura necesarias; así como recursos corrientes que sostengan la operación de los servicios públicos esenciales (educación, salud, seguridad, saneamiento, etc.).

 

La generación de ciudades sustentables en lo económico, social y ambiental podría contribuir al desafío de hacer de Vaca Muerta un polo de desarrollo e innovación, más allá de la mera extracción de recursos. Esto promovería los encadenamientos productivos virtuosos, el impulso de industrias y servicios con alto valor agregado, y una mayor accesibilidad de todos los ciudadanos a los beneficios que ofrece el desarrollo de esta gran oportunidad.

 

*Politólogo, becario Chevening 2018/19 en el Bartlett Development Planning Unit (University College London).