Ecológico
05/03/15
La Nación
Lecciones de la emergencia climática

Frente a los temporales y las inundaciones en el centro del país, es necesario planificar políticas de Estado que vayan más allá de la coyuntura actual.

 

Por esas extrañas paradojas de la naturaleza, mientras en Chubut falta agua para combatir los voraces incendios que ya consumieron más de 34.000 hectáreas, cinco provincias del centro del país se encuentran virtualmente paralizadas tras las lluvias torrenciales que provocaron graves inundaciones, en la peor catástrofe climática de los últimos 50 años en la zona.

Las inundaciones se iniciaron hace varios días en las Sierras Chicas de Córdoba, un corredor turístico de unos 60 kilómetros de largo, donde las precipitaciones superaron en pocas horas los 300 milímetros, cuando en un año habitualmente alcanzan los 700 milímetros, y provocaron nueve muertes, un millar de evacuados y graves daños materiales, que incluyeron la destrucción de casas y de infraestructura.

Cuando la situación tendía a controlarse, con la baja de las aguas y el inicio de las obras de reparación de acueductos, rutas, puentes y redes de energía eléctrica, un nuevo frente de tormenta azotó el fin de semana a otras dos zonas del este de Córdoba, donde llovieron 400 milímetros en apenas 12 horas, casi la mitad de lo que suele llover en todo un año. Las lluvias continuaron en los últimos días y en localidades enteras, como Idiazábal y Balnearia, se debió evacuar a la totalidad de la población.

El desastre también llegó a las provincias de Santa Fe, San Luis, Santiago del Estero y Catamarca. De ese modo, el total de evacuados en la zona centro y oeste del país superó las cinco mil personas.

Sin duda, llevará mucho tiempo la recuperación de vastas zonas, especialmente en la provincia de Córdoba, que ha sido hasta ahora la más damnificada por la magnitud de la catástrofe. La reacción del gobierno provincial, a cargo de José Manuel de la Sota, y del comité de emergencias, que incluyó la participación del Ejército Argentino y de la Gendarmería Nacional, ha sido la adecuada dentro de la gravedad de la situación. Se dispusieron en forma muy rápida subsidios de hasta 50.000 pesos para las familias con casas dañadas parcialmente; se inició la entrega de artefactos electrodomésticos a los damnificados; se suministraron kits completos de materiales de construcción para hacer 250 viviendas nuevas, que serán autoconstruidas por sus beneficiarios en lotes con servicios cedidos por las intendencias, bajo la supervisión técnica de arquitectos de las comunas afectadas y del Ministerio de Infraestructura provincial. Del mismo modo, se anunció la entrega de subsidios de hasta 30.000 pesos a pequeños y medianos comerciantes que sufrieron daños en sus negocios o perdieron mercaderías, y créditos del Banco de Córdoba de hasta 100.000 pesos con seis meses de gracia para quienes hayan sufrido pérdidas mayores.

Asimismo, distintas organizaciones de la sociedad civil activaron cadenas solidarias para cooperar con los damnificados. Caritas (www.caritas.org.ar) habilitó una cuenta corriente para donaciones, en tanto que la Fundación Sí (www.fundacionsi.org.ar) está recibiendo alimentos, pañales, agua, elementos de higiene y herramientas de trabajo para las víctimas de las inundaciones.

Al margen de las siempre bienvenidas expresiones de solidaridad que surgen ante estos dramas y de los esfuerzos de las autoridades por paliar las dificultades, es necesario preguntarse por las lecciones que nos dejan estas emergencias climáticas.

Como se señala desde la Fundación Vida Silvestre, es sencillo atribuir todo a situaciones climáticas particulares y desentenderse de las responsabilidades de quienes deben anticiparse a este tipo de fenómenos. Pues, en efecto, muchos de estos episodios pueden preverse para minimizar su impacto.

Desde hace años, existen a nivel mundial proyecciones sobre el impacto del cambio climático para las próximas décadas. Una alternativa que propicia la citada fundación para reducir riesgos futuros pasa por la correcta reglamentación de la ley de bosques, tendiente a proteger áreas valiosas, a generar una producción responsable que respete los ambientes naturales y una reforestación que permita volver a cubrir de verde las zonas vulneradas. En tal sentido, destaca la entidad que en Córdoba y Santa Fe, donde hoy recrudecen las inundaciones, se perdió gran parte de los bosques nativos.

En igual sentido, el biólogo y ex presidente de la Agencia de Protección Ambiental de la ciudad de Buenos Aires, Javier Corcuera, sostiene que el camino para adaptarnos a las cada vez más frecuentes tormentas que inundan el centro y el norte de nuestro país no pasa, como podría creerse, por las grandes obras de infraestructura de derivación hídrica, sino por la conservación y el manejo de los bosques autóctonos en función de la protección de cuencas.

La preservación de humedales nativos, la elaboración de planes de restauración natural con incentivos económicos localizados estratégicamente y una política de Estado ambiental serían respuestas modernas para enfrentar las bombas climáticas con las cuales deberemos lidiar en lo sucesivo.

En síntesis, ha llegado la hora de acordar acciones que vayan más allá de la emergencia.